El año 2020 era esperado por todas las enfermeras con ilusión. Creíamos que sería el momento de visibilizar nuestra profesión y nuestro valor en la sociedad. Con la llegada de la COVID19, el Año de la Enfermería se convirtió en el año de la adaptación y del cambio. Ya de nada valían nuestros compromisos y citas con jornadas, congresos y/o reuniones científicas. Pero, una vez más demostramos ser un colectivo proactivo y con liderazgo y supimos cambiar de rumbo y adaptarnos a la situación. No fue fácil, nada fácil. A la vez que cuidábamos, investigábamos, enseñábamos, gestionábamos… fuimos enfermando con el trascurso de las semanas, ingresando e incluso perdimos a compañeros en el camino y todo ello, a pesar de que la sociedad, incluso Bansky, comenzó a pintarnos con capas y sonrisas bajo nuestras mascarillas.

Y no, no somos héroes, somos profesionales universitarias, algunas con másteres y doctorados, como el resto de los profesionales de la salud. Desde Florence Nightingale hemos evolucionado y mucho como profesión. Pero aún nos queda mucho trabajo por delante para que nosotras y nosotros como colectivo nos creamos que tenemos conocimiento, capacidades y habilidades que son propias de la disciplina enfermera y que como tal tenemos que defender, para ir alcanzando puestos de dirección en los que estas peculiaridades tengan repercusión en familias, pacientes y en la sociedad en general.

Este año 2020 nos ha dado la oportunidad de que la sociedad nos conozca y nos valore, dejando de estar en la sombra, pero tenemos por delante el trabajo más arduo y difícil. Este es que los compañeros de otras profesiones sanitarias, así como los gestores y políticos que dirigen las instituciones nos vean como lo que somos, profesionales con corazón, que ponemos de verdad a la persona en el centro del sistema, que tenemos preparación y capacidades para gestionar y liderar como el resto de las profesiones sanitarias, que sabemos trabajar en equipo. En definitiva, como me dijo un compañero hace unos días: las enfermeras no tenéis techo de cristal, lo tenéis de cemento. ¡Rompámoslo!

Desgraciadamente este techo no se va a romper solo, por lo que algo tendremos que hacer de manera individual y como colectivo para lograrlo.  Por ello queremos compartir con vosotros y vosotras nuestros deseos y esperamos que aportéis los vuestros también al debate.

 

Nuestro deseo para el 2021 es:

Lograr una equiparación real y legal de la diplomatura y el grado de enfermería, reconociéndose la misma valía académica para poder acceder a ciertos puestos de dirección, como en los grados en medicina, farmacia, biología o ingeniería entre otros.

Lograr que los requisitos que se necesiten para acceder a los diferentes puestos funcionales se redefinan, pudiendo optar a los mismos.

Lograr que el termino ATS pase a la historia de documentos públicos y/o privados, porque hace años que dejamos de ser “ayudantes” para ser diplomadas y hoy en día grado, con nuestros propios diagnósticos, objetivos e intervenciones a alcanzar en los cuidados.

 

Sabemos, que para lograr todos estos objetivos, necesitamos seguir avanzando con pasión y corazón por el centro de nuestra profesión, las personas, basando los cuidados enfermeros en la última evidencia científica.

¿Cuál es el vuestro?

 

 


Autoría: Portuondo J, Gamboa E, Picón A. Editora responsable: Verónica Tíscar.

Artículo con revisión editorial. No existen conflictos de interés en relación al presente artículo. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los/las autores/as y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de los/las editores/as. Artículo bajo licencia de Creative Commons: Reconocimiento 4.0 Internacional.

Este documento debe citarse como: “Portuondo J, Gamboa E, Picón A. Crónicas del año de la Enfermería [Internet]. Enfermería Activa del Siglo XXI: blog abierto; 18 de enero de 2021. Disponible en: www.enfermeriaactiva.com”

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