Una de las frases que siempre tengo presente es: Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña.

Y así, con esas palabras resonando en mi cabeza, un día decidí ser enfermera para cuidar y acompañar, aliviar y consolar. Y de todas esas palabras, el acompañamiento fue el término que provocó la transformación en mi persona. En el pasado, durante un proceso de estrés postraumático, sentí que me “curaron”, pero al mismo tiempo me sentí sola y abandonada. A partir de ahí comenzó el proceso de transformación a lo que hoy soy.  En aquel entonces dejé a un lado lo que yo creía que sería en un futuro mi profesión y me marqué como objetivo lo que creo que hoy no hago del todo mal: acompañar a las personas a las que cuido.

Dicho esto, y habiendo llegado hasta aquí, en mi recorrido profesional, en este mundo versátil de la Enfermería donde se nos quiere hacer pensar que estamos en posesión de la capacidad de desarrollar todos los aspectos del perfil enfermero, me reivindico como avis raris, porque yo, ni sé de todo, ni valgo para todo. Pero de entre todas esas funciones y aspectos a desarrollar, mi preferida sin duda es acompañar.

Con relativa frecuencia, cuando hablamos de acompañamiento a las personas, entendemos este como aquel que procuramos las enfermeras cuando el paciente accede a los cuidados paliativos o cuando está en situación de últimos días. Pero, tras veinticinco años de experiencia, principalmente como enfermera oncológica, no puedo estar más en desacuerdo. En el ámbito de la salud, el acompañamiento es un elemento de humanización que no solo debe estar presente al final de la vida, que también, sino que además debe estar presente en todos los niveles de la atención de la salud.

Todos hemos sido cuidados por nuestros padres quienes, con mayor o menor acierto, nos han acompañado en este nuestro proceso de vida. Nos han acompañado y nos siguen acompañando, al menos quienes tenemos la suerte de contar con ellos. Y ahí está el secreto de acompañar. Tomar la mano hasta que no la necesites, y después dejarla visible para cuando la precises.

Acompañar es un pilar fundamental en el cuidado del otro y es responsabilidad de todos. Y precisamente no es una tarea fácil. Acompañar es un arte, es una tarea llena de sentido y significado, especialmente en el momento en que se pone de manifiesto la fragilidad tanto de la persona que está sufriendo por situaciones de vida complejas que amenazan su integridad, como la de quien acompaña a esa persona.

Cuando alguien es diagnosticado de cáncer, de una enfermedad crónica, de una enfermedad degenerativa…, en definitiva, de cualquier enfermedad, su mundo probablemente cambia, y en muchas ocasiones, de manera radical y sin tiempo para procesar la noticia. Es por ello por lo que contar con un profesional que acompañe durante ese viaje, que conozca a la persona, que eduque, que enseñe, que muestre y anime a continuar, es fundamental. En este sentido, el acompañamiento en Enfermería es crucial.

Este acompañar se comprende bien con la expresión “caminar con” el ayudado. Tal y como lo define José Carlos Bermejo, un acto en el que incluso aconsejar no supone fomentar la dependencia, ni dirigir, ni decir lo que la persona tiene que hacer, sino que va más allá; supone explorar la situación que está viviendo, comprenderla y estimularle en la búsqueda de los propios recursos [1]. En este sentido, Enric Benito, Mónica Donés y Javier Barbero sostienen que en el proceso de acompañamiento se debe reconocer a la persona como un alguien herido, pero también poseedor de sus propios recursos que le permiten crecer y madurar en la crisis que enfrenta, y que se encuentra con el sanador, que al mismo tiempo es portador de sus propias heridas.2

Las herramientas con las que contamos para el acompañamiento son la escucha activa y el diálogo por el cual conoceremos la profundidad de nuestro paciente y sus necesidades, y que nos permitirá dar posibilidades de mejorar y aumentar el grado de bienestar bio-psico-social y espiritual. Además, con la presencia y el contacto, con la disponibilidad real en tiempo y espacio, definiremos el cuidado que le otorgamos y lo reconoceremos como persona y no como cosa o mero consumidor de salud [3].

El acompañamiento es sinónimo de hospitalidad, es hacer de la Enfermería un lugar en el cual el hombre vulnerable pueda refugiarse y desarrollarse como persona, especialmente en ese momento de su vida en el que una enfermedad crea un caos que precisa ser ordenado.

Sin acompañamiento, la Enfermería sería prescindible, pudiendo ser sustituida por la tecnología. Sin embargo, acompañamiento, escucha activa, presencia y contacto son lo que hacen que los cuidados de enfermería sean holísticos y de calidad, únicos e imprescindibles.

La Enfermería por su naturaleza es una profesión cuyo centro no es ella misma, sino la persona cuidada. Cuando estamos acompañando con presencia, abrimos nuestros corazones, ofrecemos soporte incondicional y abandonamos nuestros juicios y nuestro deseo de controlar; damos permiso para que la otra persona confíe en su propia intuición y sabiduría; damos la cantidad de información que sea asumible para quien la recibe, empoderamos, transmitimos a la otra persona la tranquilidad de poder equivocarse, orientamos y ayudamos desde la humildad y la consideración. Tiene que ver con respetar las diferencias de cada persona y reconocer que esas diferencias pueden llevar a tomar decisiones que nosotras no tomaríamos [4].

Debemos ACOMPAÑAR CON PRESENCIA, hacer que la persona nunca se sienta sola, aunque sus familiares estén a su lado, avanzar junto a la persona, caminar a su lado en un proceso de reciprocidad y de aprendizaje conjunto.

Acompañar no es algo que podamos aprender de un día para otro o que pueda ser explicado con una lista de consejos. Es algo complejo que evoluciona a medida que lo practicamos, y es algo único para cada persona y situación. Hablar de acompañamiento es hablar de personas que comparten, de un proceso que se va nutriendo de forma permanente y recíproca, muy distante, por lo tanto, de relaciones y decisiones unilaterales.

Como afirma Mónica Mansó [5]: “Acompañar tiene que ver con no temer tus emociones ni las de los demás. Es un aceptar y vivir los aspectos emocionales míos y del otro tal como son, sin ser evitados o intentar controlarlos o cambiarlos. Acompañar es ser impecable con la palabra. Acompañar es reconocer los dones que habitan en cada persona. Para ello, antes debes haber reconocido cuales son los tuyos. Acompañar tiene que ver con ser humilde y respetuosa, con no juzgar, con aceptar al otro, aunque no pienses como él o ella, y tiene que ver con tener conciencia de que tu función no es sanar ni salvar la vida del otro, sino acompañarlo respetuosamente en un proceso de crecimiento mutuo”.

Acompañar es fundamentalmente la acción de andar al lado de una persona, compartiendo alguna parte de su vida itinerante. De ninguna manera se trata de ejercer de vigilantes para impedir las equivocaciones del camino. Tampoco se trata de ejercer de protectores para evitar la aparición de riesgos en el recorrido. El que acompaña no es una especie de profesional prescriptor de recetas y remedios para las equivocaciones o las crisis. Acompañar siempre será, de distintas formas, compartir el “pan” en el camino (del latín: ad cum panis). Siempre será estar al lado solo una parte de su camino, adoptando la proximidad adecuada, sin ahogar y sin hacer sentir el abandono [6].

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Bermejo JC. Humanizar la salud. Madrid: San Pablo; 1997.
  2. Benito E, Dones M, Barbero J. El acompañamiento espiritual en cuidados paliativos. Psicooncología. 2016; 13(2-3): 367-384.
  3. Muñoz A, Morales I, Bermejo JC, Galán JM. La Relación de ayuda en Enfermería. Index Enferm. [revista en Internet] 2014 octubre-diciembre. [acceso 10 de octubre de 2022]; 23(4). Disponible en: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962014000300008
  4. Plett H. What it means to “hold space” for people, plus eight tips on how to do it well. [acceso 10 de octubre de 2022]. Disponible en: https://heatherplett.com/2015/03/hold-space/
  5. Mansó Monica. El arte de acompañar. Disponible en: https://feminarian.es/2018/01/09/el-arte-de-acompanar. 9 de enero de 2018
  6. Alonso I, Funes J. El acompañamiento social en los recursos socioeducativos. Educación Social. 2009; 42: 28-46.

 

 


Autoría: Beatriz Benítez. Editora responsable: Arantxa Picón.

Artículo con revisión editorial. No existen conflictos de interés en relación con el presente artículo. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los/las autores/as y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de los/las editores/as. Artículo bajo licencia de Creative Commons: Reconocimiento 4.0 Internacional.

Este documento debe citarse como: “Benítez Delgado, B. El acompañamiento como elemento humanizador [Internet]. Enfermería Activa del Siglo XXI: blog abierto; 31 de octubre de 2022. Disponible en: www.enfermeriaactiva.com”

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