Este título extraño es el que me lleva a reflexionar sobre lo que estamos viviendo en estos dos últimos años respecto a nuestra profesión. Con una debacle sanitaria que ha puesto en jaque la resistencia del sistema más asentado, no es extraño asistir a un éxodo histórico de profesionales hacia otras vías de empleo alejadas del trabajo en el cuidado. Hastío, maltrato, precariedad, falta de reconocimiento, promesas incumplidas, inestabilidad laboral y un largo etc., que hacen que muchas enfermeras se cuestionen si merece la pena seguir o toca un cambio de rumbo. Y no es un tema baladí, es un tema serio, grave y con grandes consecuencias para el futuro. No hablamos solo del incumplimiento de las ratios razonables (no hablo ya de los excelentes, por utópicos) si no del grave hecho de que, encima, no existen suficientes enfermeras para cubrirlos. Por lo que ahora mismo hablar del valor de la profesión puede generar un debate entre abrir el tarro de la esencia enfermera (lo que somos, lo que hacemos, lo que aportamos y lo que nuestra ausencia resta a la sociedad) y destapar una caja de Pandora llena de lamentos, reproches, acusaciones y desilusión respecto al ejercicio profesional.

Las enfermeras no se cansan de su trabajo, en mi opinión, se cansan del trato que reciben y de las condiciones laborales. El tema no es reivindicar nuestra esencia, que la tenemos clara, el tema es cómo hacer que un colectivo inmenso, repartido en los diferentes reinos de taifas que hay en España, se pueda poner de acuerdo en unificar sus reivindicaciones. Y ahí hace acto de presencia Pandora y el pandemónium interno que tenemos como grupo profesional.

Una manifestación nacional no va a arreglar nada, excepto potenciar en la sociedad la visión de “lloronas y víctimas” que diría Freire de los colectivos sociales anclados en la queja y no en la acción proactiva. La sociedad conoce la cultura del cuidado, en mayor o menor medida, sabe qué es una enfermera y qué hace y lo sabe desde la visión personal de las enfermeras que conoce. El tema clave es cuando exigimos a la sociedad lo que debemos exigir a los sistemas de salud y a la estructura política. El foco no está bien orientado, más allá de reivindicaciones ambiguas, generalistas y dispersas en muchas ocasiones…casi, si me permiten, populistas en el más amplio sentido de “si no estáis conmigo y apoyáis mi reivindicación, estáis contra mí” que señala a las voces críticas que se alzan dentro del colectivo contra las “voces oficiales”. Y en medio de ese caos, un grueso número de profesionales “no se enteran o no quieren enterarse” del cúmulo de peticiones que rondan (más en redes sociales que en mesas de negociación, seamos honestos) por diferentes ámbitos.

Hay una tendencia natural en nuestra profesión (ampliamente estudiada en la antropología del cuidado enfermero en las diferentes sociedades) a la necesidad de tener que auto justificarnos constantemente, como pidiendo permiso para reivindicar lo que son nuestros derechos laborales. Porque hablamos de derechos laborales mayoritariamente: contratos dignos, calidad asistencial garantizada por ratios razonables, formación competente, estabilidad laboral, reconocimiento de carrera profesional, desaparición de discriminación respecto a otros colectivos profesionales como, por ejemplo, los médicos, definición de competencias profesionales avanzadas, puestos de trabajo coherentes para la oferta de especialistas, etc, etc. Pero no, para poder reivindicar derechos laborales, nos la pasamos justificando lo necesarias que somos, presentando estudios que hablan de mejoras en disminución de mortalidad y aumento de calidad de vida en la sociedad y mezclando resultados con derechos, que nada tienen que ver. Y así seguimos fusionando el foco con la esencia, llorando porque no nos tratan como merecemos, pero justificándonos y casi, rogando, que “por el bien de la sociedad”, nos den un trato justo (ni siquiera un trato excelente, al menos justo) respecto a otros colectivos.

Equivocamos, en mi opinión, esencia enfermera con reivindicación laboral, mezclando objetivos y ciencia, metodología con resultados y discusión con marco teórico. Y así no obtenemos ninguna visión clara de qué queremos conseguir como profesión y qué como colectivo profesional. Y al equivocar el foco, dejamos que nuestros interlocutores “legítimos” usen la demagogia de la esencia enfermera (y la ñoñería de la vocación y lo “súper esenciales y claves» que somos en los sistemas sanitarios) para interpelar con criterio poco racional los derechos laborales que nos corresponden. Y quienes toman las decisiones a ese respecto, siguen manteniendo la falacia de pensamiento sobre nuestra profesión, sobre lo “necesarias, vocacionales, buenas y esforzadas” que somos las enfermeras. Discurso erróneo que no veréis aplicado a otros profesionales de la salud.

En mi opinión, repito, equivocamos el mensaje y el receptor. Reivindicar derechos laborales sí, pero desde la legalidad y la normativa. Visibilizar nuestras competencias sí, pero desde un mensaje coherente y bien estructurado hacia la sociedad. Implementar avances en la ciencia enfermera sí, pero desde la investigación, las sociedades científicas y las prácticas basadas en la evidencia. Apostar por estar en los puestos donde se toman decisiones sociosanitarias y políticas, sí, desde las asociaciones profesionales y los colegios. Pero mezclarlo todo en una mezcolanza como la que estamos viendo, es como (permítanme la comparativa) canalizar una vía central para administrar un enema: no hay correspondencia entre el método y el objetivo.

Por eso mi mensaje es: parar, reflexionar, tomar perspectiva y avanzar. Una canción de Joaquín Sabina decía: “piensa despacio, caminarás deprisa”. Analicemos cuáles son nuestras prioridades, pero sin mezclarlas. ¿Qué toca? ¿liderar, empoderarnos, visibilizar, reivindicar, avanzar…? En función del verbo, va ligada la acción y en función de la acción se diseña el método. ¿Cuál es el objetivo, cuál es nuestro foco, a qué audiencia hay que llegar, cómo lo vamos a hacer y cómo mediremos el impacto de nuestras acciones? Bien sencillo, metodología básica. Pero eso de lanzarnos a hacer manifestaciones, esgrimir argumentos rellenos de autocomplacencia, meterlo todo en un saco, agitar todo tipo de intereses y peticiones juntas y lanzarlo al aire a ver si, fruto de la suerte, algo prende, es perder en eficiencia, eficacia y efectividad de forma conjunta. Perdemos fuerza y perdemos impacto si no afinamos adecuadamente objetivo-audiencia-método.

Por lo que apelo, a cada una de nosotras como profesionales y a quienes nos representan desde la perspectiva laboral, científica y gestora sociopolítica, que repensemos nuestros discursos y reivindicaciones de manera más lógica. Porque si vamos con todo, en ese revuelto de oportunismos, generamos confusión entre quienes nos escuchen (políticos, organizaciones, sociedad) dando lugar a lo que estamos viviendo: ni nos toman en serio, ni saben qué queremos específicamente. Claro que entienden, por ejemplo, la reivindicación de ser A1 y claro que saben que somos un profesional altamente cualificado…lo que no entienden es que reivindiquemos contratos dignos desde el argumento autojustificativo de lo necesarias que somos…porque no es el discurso correcto para la demanda apelada. Y por eso se nos desecha. En Derecho se soslaya con claridad: justifique adecuadamente, en función de la norma, la reivindicación que expresa. Si quieres que te tomen en serio, hazlo de forma seria. Usar la lámpara de Florence y su entrega y sacrificio en los albores de la profesión, para exigir que nos paguen de manera digna, es de un infantilismo cercano a esperar que “la vida te trate bien solo porque eres buena persona” (se supone que lo dijo Bruce Lee).

Por ello, para pedir mejoras laborales y derechos profesionales, no podemos enarbolar la bandera de la Esencia enfermera. Y para visibilizar y generar cultura del cuidado en la sociedad, no podemos lloriquear en cómo nos maltratan las instituciones sanitarias.

Evidentemente no tengo la respuesta del cómo, pero sí tengo claro que definiendo el para qué, puedes diseñar, con lógica, el proceso para conseguirlo. Recordando siempre un proverbio indio: “quien quiere llegar, busca caminos, quien no quiere llegar, busca excusas”. Claro que llegaremos a alcanzar derechos laborales justos y dignos, excelencia en la ciencia del cuidado y capacidad real en la toma decisiones sanitario-políticas, es cuestión de tiempo. Eso lo sabemos, nuestros hechos hablan por nosotras como profesión y ciencia, hemos avanzado a pasos de gigante. Lo que no está tan claro ahora es cómo haremos para aprovechar la oportunidad que desde la crisis de la pandemia ha surgido, para navegar y no hundirnos. Quizás todo pase por dejar de estar aletargadas (o pasotas o ignorantes) sobre quiénes toman las decisiones por nosotras en la profesión. O quizás todo pase porque cada cual, desde su trinchera (permítanme, que como militar, me tome esta licencia poética) afronte con los problemas que tiene delante en el día a día, poniendo el foco en lo que toque en ese momento: derechos laborales, calidad en la labor profesional o implicación en la toma de decisiones. En la “mili” nos enseñan que a la guerra se va uno llorado de casa, que las quejas y victimismos solo ayudan al enemigo y que, sin táctica y estrategia, da igual hacia donde apuntes porque fijo que terminas disparando a un/a compañero/a por la espalda.

Por eso yo, ya no pido por líderes sensatos, sino porque cada una hagamos el trabajo que tenemos por delante de la mejor manera posible, luchando contra nuestra propia desilusión y apatía. Y eso, con suerte, genere que toda gran avalancha empiece por el movimiento de unos guijarros.

Así que ojo con meter en el mismo cajetín la digoxina con la adrenalina o la atropina. Cada medicación en su sitio y empleada para lo que corresponda. Reivindicar sí, pero con el foco y el argumento correcto. Porque al final también, usando las palabras del premio Nobel Desmond Tutú, a veces no se trata de gritar más, sino de mejorar el argumento.

 

 


Autoría: Carmen Sarabia Cobo. Editora responsable: Arantxa Picón.

Artículo con revisión editorial. No existen conflictos de interés con relación al presente artículo. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los/las autores/as y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de los/las editores/as. Artículo bajo licencia de Creative Commons: Reconocimiento 4.0 Internacional.

Este documento debe citarse como: “Sarabia C. ¿Abrir el tarro de las Esencias o la caja de Pandora?. [Internet]. Enfermería Activa del Siglo XXI: blog abierto; 20 de junio de 2022. Disponible en: www.enfermeriaactiva.com”

 

2 comentarios en «¿Abrir el tarro de las Esencias o la caja de Pandora?»

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