Una costumbre es un modo habitual de obrar que se establece por la repetición de actos o por tradición. Desde la antigüedad, la fuerza de la costumbre ha sido precursora de leyes, normas comunitarias y rituales sociales, pero su campo magnético se extiende más allá de las dimensiones puramente comportamentales.

El empirismo es una teoría filosófica que enfatiza el papel de la experiencia en la formación del conocimiento científico. Y de la experiencia surge la costumbre del acto médico.
No resulta complicado encontrar una cantidad nada despreciable de técnicas, terapias o creencias que en el seno de las urgencias sanitarias se practican de forma rutinaria. Algunas de ellas, a pesar de que han sido desacreditadas por las pruebas científicas, cuentan aún con el aval popular que sustenta la costumbre.

La dehiscencia existente entre la evidencia científica y la práctica sanitaria no es un problema nuevo. En ocasiones el vínculo entre ambas es inexistente. En otras, son demasiados años los que se tardan en implementar o variar una práctica desde que los ensayos demuestran su eficacia, como bien ilustran las medidas de control que desde el Siglo XVII se iniciaron para paliar el escorbuto (una enfermedad derivada del déficit de vitamina C) [1]:

“En el Siglo XV, cuando el escorbuto diezmaba las tripulaciones de marineros transoceánicos, el navegante portugués Vasco de Gama se percató de que el consumo de naranjas parecía curar esta enfermedad. Pero sus observaciones no calaron en la comunidad médica y cayeron en el olvido hasta que, en 1601, el capitán inglés James Lancaster decidiera realizar un rudimentario experimento: durante uno de sus viajes a las Indias dotó a una de sus cuatro naves (el buque insignia Red Dragon) de botellas de zumo de limón, pero no al resto. La tercera parte de la tripulación de las naves desprovistas de cítricos enfermó de escorbuto, mientras que no lo hicieron los marineros del Red Dragon.

Un siglo más tarde los cítricos ya figuraban en la larga lista de remedios preventivos frente al escorbuto, aunque eran menos populares en las autoridades navales que otros como el vinagre o los gargarismos de ácido sulfúrico diluido. Fue el médico escocés James Lind en 1747 quien, mediante el diseño del primer ensayo clínico bien documentado del que se tiene noticia en la Historia, confirmó la efectividad de los cítricos en el tratamiento y prevención del escorbuto: separó a 12 marineros afectados por la enfermedad y los trató por parejas con sidra, ácido sulfúrico, vinagre, agua de mar, nuez moscada o naranjas y limones, manteniendo igual el resto de la dieta. Los resultados se obtuvieron con rapidez: todos los marineros empeoraron, excepto los que bebieron sidra, que presentaron una leve mejoría, y los que tomaron cítricos, que se recuperaron. No sólo había conseguido demostrar que las autoridades de la época estaban equivocadas, sino que sentó las bases de una metodología para evaluar la eficacia de las intervenciones médicas.

En 1789, después de más 40 años de indiferencia hacia sus hallazgos, se tomaron las primeras medidas dietéticas para prevenir el escorbuto, pero no fue hasta 1795 cuando los navíos de la Armada Británica portaron, por norma, fruta fresca a bordo. Se tardó otro medio siglo más en que el resto del mundo adoptara estas medidas y conseguir así la erradicación de la enfermedad».

La crónica del escorbuto ilustra magistralmente la demora generada desde que las evidencias científicas están disponibles hasta que se implementan en la vida clínica. Por desgracia, lejos del valor anecdótico, el desfase temporal que caracterizó la erradicación del escorbuto también ha afectado a otras prácticas de la medicina moderna. Así, pese a que hace ya muchos años que un gran número de prácticas o creencias fueron destituidas por la comunidad científica, aún perduran en algunas irreductibles mentalidades.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Baron JH. Sailors’ scurvy before and after James Lind-a reassessment. Nutr Rev. 2009;67(6):315-32.

 


Autoría: Sendoa Ballesteros.

Artículo con revisión editorial. No existen conflictos de interés en relación al presente artículo. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de los/las autores/as y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de los/las editores/as. Artículo bajo licencia de Creative Commons: Reconocimiento 4.0 Internacional.

Este documento debe citarse como: “Ballesteros S. El cisma entre la evidencia y práctica [Internet]. Enfermería Activa del Siglo XXI: blog abierto; 17 de agosto de 2020. Disponible en: www.enfermeriaactiva.com”

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